lunes, 22 de junio de 2009

EL SENTIDO DE LA VIDA

“No basta con preguntarse por el sentido de la vida sino que hay que responder a él respondiendo ante la vida misma”. Víctor Frankl Sin sentido la existencia no vive plenamente y la vida no existe sanamente. Torrijo
El por qué estamos en este plano tiene una razón de ser, probablemente ya Usted tiene respuestas al porqué de su razón de vivir, al sentido de su vida, producto de sus acciones, pero especialmente de su indagación interna que le ayudado a aclarar el por qué apareció en esta dimensión, con esta forma, con qué fin, además de estar conscientes de que somos transitorios, perecederos en la forma.Lo cierto, que al momento de manifestarnos con todos aquellos seres con lo que vivimos, en un lugar preciso, demanda del por qué estamos, probablemente usted ya lo ha hecho y ha obtenido respuestas que le han dado la explicación correcta a estas inquietudes. En este escrito nos ahondamos en la relevancia que es para el ser el sentido de su vida y en donde la Logoterapia nos ayuda a encontrar respuestas a estas inquietudes.CONSIDERACIONES, ALCANCE Es sabido que diversos filósofos de la antigüedad, como Sócrates, Platón, Aristóteles, los estoicos, los epicúreos, San Agustín, y una larga lista, ya se habían planteado desde sus propias ópticas especulativas, el concepto del sentido de la vida. Victor Frankl, creador de la Logoterapia, al respecto de este tópico nos señala, que para quienes no han podido desplegar el sentido de sus vidas , el pasado se convierte en una carga que se arrastra, el presente en un problema y el futuro es una amenaza.Justamente, la Logoterapia, contribuye a esclarecer el por qué del sufrir y del morir y ayuda a tener motivos parta trabajar, luchar y amar. Amor del cual Frankl expresó:
Puedo amar y mi amor por ti puede sobrevivir y no solo sobrevivir, sino vivir y mantenerse con una fuerza mayor que la fuerza del tiempo y de la muerte por que el amor es metatemporal y no sujeto al perecer.
La logoterapia es obvia porque es el sentido de la vida que debe y puede practicar todo hombre por el simple hecho de ser humano y la mayoría de sus propuestas son de sentido común. Ha esta altura de su vida, cuando se ha detenido a leer este artículo, tendrá respuestas al sentido de su vida, habrá evaluado sus acciones, su comportamiento, cuánto ha crecido en lo personal y en lo espiritual, que ha logrado hasta el momento, cómo se ha desempeñado, como ha manejado adecuadamente sus roles que ha tenido que desempeñar.Lluis Pifarré , nos agrega sobre Frankl, que este en el análisis del tema considera que la búsqueda del sentido de la vida, es una peculiaridad propia del ser humano, que lo distingue radicalmente de los animales irracionales. Y es que el hombre, como nos recuerda Heidegger, habita el mundo, que es su morada, y lo organiza de acuerdo con sus intencionales proyectos y decisiones, en cambio el animal, se limita a corretear por el mundo. Por tal circunstancia, cuando algún psicólogo con anteojeras deductivamente biologistas, concibe que la frustración por la ausencia de un sentido de la vida responde a una enfermiza falta de inseguridad, a un complejo de debilidad, o a otras instancias semejantes, expresa un notable desconocimiento de la naturaleza humana, y se arriesga a tener una visión deforme y unilateral de su realidad óntica:
“El cuidarse de averiguar el sentido de su existencia es lo que caracteriza justamente al ser humano en cuanto tal -no se puede ni aun imaginar un animal sometido a tal preocupación, y no es lícito degradar esta realidad que vemos en el hombre a una especie de debilidad, una enfermedad, un síntoma o un complejo. Más bien es al revés . “La frustración de la voluntad de sentido, no es de suyo algo patológico, y está también lejos de ser enfermizo” . Agregamos en este análisis un interesante artículo presentado en internet, por interrogante net, donde nos encontramos con que para que la vida tenga sentido y merezca la pena ser vivida, es preciso reflexionar con frecuencia, de modo que vayamos eliminando en nosotros los detalles de contradicción o de incoherencia, que vayamos detectando que son obstáculos que nos desvían de ese itinerario que nos hemos trazado.
Si con demasiada frecuencia nos proponemos hacer una cosa y luego hacemos otra, es fácil que estén fallando las pautas que conducen nuestra vida. Muchas veces lo justificaremos diciendo que «ya nos gustaría hacer todo lo que nos proponemos», o que siempre «del dicho al hecho hay mucho trecho», o alguna que otra frase lapidaria que nos excuse un poco de corregir el rumbo y esforzarnos seriamente en ser fieles a nuestro proyecto de vida.Es un tema difícil, pero tan difícil como importante.
A veces la vida parece tan agitada que no nos da tiempo a pensar qué queremos realmente, o por qué, o cómo podemos conseguirlo. Pero hay que pararse a pensar, sin achacar a la complejidad de la vida —como si fuéramos sus víctimas impotentes— lo que muchas veces no es más que una turbia complicidad con la debilidad que hay en nosotros.Somos cada uno de nosotros los más interesados en averiguar cuál es el grado de complicidad con todo lo inauténtico que pueda haber en nuestra vida. Si uno aprecia en sí mismo una cierta inconstancia vital, como si anduviera por la vida distraído de sí mismo, como desorientado,
sin terminar de tomar las riendas de su existencia —quizá por los problemas que pudiera suponer exigirse coherencia y autenticidad—, parece claro que está en juego su acierto en el vivir y, como consecuencia, una buena parte de la felicidad de quienes le rodean. Lo cierto, que la reflexión sobre la propia vida aleja al hombre de la visión superficial de las cosas y le hace recorrer su propio camino.
La vida le presenta numerosos interrogantes, de los que normalmente sólo obtiene respuestas parciales e incompletas, pero con una reflexión frecuente puede lograr que la multitud de preocupaciones, afanes y aspiraciones de la vida diaria no desvíen su atención de lo realmente valioso. No hay que olvidar además, cita Lluis Pifarré, que una de las conductas que revelan la ausencia del sentido de la vida, es la que le atribuye al placer sensible el rango de principio y categoría suprema, y se traduce en la búsqueda desaforada de aquellos objetos que lo producen, como las drogas, el sexo, el alcohol, los juegos de azar, etc. o también en el afán desmesurado de poseer imperativamente los múltiples productos y artefactos que se ofrecen en el mercado.
Alejandro Llano, dirá al respecto que “la tendencia del disfrute inmediato de gratificaciones sensibles es culturalmente letal. Adormece la capacidad de proyecto, fomenta el conformismo y domestica la disidencia. Se mueve en una espiral descendente, que sume a las personas en el vértice del hedonismo”.Tengamos además presente nos sugiere Pifarré, lo señalado por Frankl, que el ácido corrosivo que disuelve el sentido de la vida, es la psicología de inspiración nihilista, cínicamente desenmascadora, que rechaza la dimensión espiritual y libre del ser humano y se niega a aceptar que la vida tenga un sentido de significación trascendente.
Pero el precio a pagar por la materialista herencia recibida, es la obtención de un ser humano domesticado y biológicamente satisfecho, que por influencia de Nietzsche era, en última instancia, el objetivo que pretendía Freud de sus pacientes. Detrás de ese objetivo sólo queda una enigmática irracionalidad, sumergida en la insustancial vaciedad de su existencia, y cuando el individuo sensiblemente autosatisfecho, se atreve a arrimarse a su propia indigencia, siente el vértigo del abismo eternamente frío de la nada.

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